25.5.14

Carlos Gradin - Internet, hackers y software libre

La figura del “hacker” suele aparecer en las noticias y las películas ligada a usos ilegales de la tecnología. Pueden ser adolescentes irresponsables o enemigos decididos del orden público, más o menos organizados, pero siempre factores de peligro que disparan la necesidad de reforzar los controles y sancionar leyes que adapten los viejos códigos penales a las nuevas realidades de las computadoras.
Un chico curioso desde su cuarto en Caballito, Buenos Aires, puede quebrar las leyes de varios países y movilizar a sus policías. Un filipino puede escribir un virus que se propague atravesando fronteras y continentes. Los hackers son el objeto de discursos sobre seguridad en las redes, que abarcan desde la preocupación de las agencias de policías y de las grandes empresas, a la perplejidad de los expertos en leyes que deben crear nuevos artilugios legales para clasificarlos, y la espectacularidad con la que irrumpen en las crónicas de los noticieros como personajes de cierto sub-mundo criminal.
Así vistos, los hackers participan de las nuevas tecnologías en un nivel similar al de otros fenómenos que obstaculizan el flujo de los negocios por las redes o echan mantos de sospecha moral sobre ellas; si el “correo basura” satura las casillas de los usuarios y hace perder horas de valioso tiempo, y si el negocio de la pornografía infantil o los mercados de tráfico ilegal se montan en el anonimato que permiten los intercambios de mails en Internet, los hackers son otra zona de inseguridad que obliga a reforzar los controles y mantener activo el estado de sospecha.
Pero los hackers no se ven a sí mismos como delincuentes, y de hecho ya se hacían llamar “hackers” cuando la mayoría no se había enterado todavía de qué era exactamente una computadora. Dejando de lado el estereotipo, ¿por qué son interesantes los hackers? El tema de este libro no son los hackers como tales, sino su mirada respecto a aquello que hacen. Para los primeros que empezaron a llamarse “hackers” entre sí, en el MIT (Instituto de Tecnología de Massachusetts) en EE.UU., lo que hacían los diferenciaba radicalmente de los demás técnicos y profesores. Éstos cumplían horarios, se ajustaban a la burocracia e investigaban sobre computadoras según sus aplicaciones en estadística y otros campos específicos.
Los hackers empezaron a experimentar en usos más terrenales, programas que tocaban música, procesadores de texto, juegos de ajedrez. Esas primeras creaciones fueron el comienzo de una larga serie de aportes y proyectos que tuvieron como protagonistas a estos grupos de entusiastas (desde las computadoras personales a la arquitectura de Internet, pasando por la criptografía y la idea del código abierto que derivó en el actual auge de Linux). Como lo relata Levy en su libro Hackers, ya entonces promovían formas de trabajo que contemplaban una dimensión colectiva de la tecnología: facilitar el acceso de todos y compartir el conocimiento.
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Publicado por: S@C a las: 8:44 Categoría:

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